Dt 26, 4-10
Sal 90, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15
Ro 10, 8-13
Lc 4, 1-13
LECTURAS Y HOMILÍA
Profesión de fe del pueblo escogido
Lectura del libro del Deuteronomio 26,4-10
Dijo Moisés al pueblo:
- El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios.
Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: «Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado».
Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios.
Sal 90, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti».
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos.
Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré.
Lectura 2
Profesión de fe del que cree en Jesucristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 10,8-13
Hermanos:
La Escritura dice:
- La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón.
Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos.
Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás.
Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación.
Dice la Escritura:
- Nadie que cree en él quedará defraudado.
Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan.
Pues todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.
Evangelio
El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le contestó:
- Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
- Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.
Jesús le contestó:
- Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras».
Jesús le contestó:
- Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios».
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
HOMILÍA
Hermanos: hemos iniciado nuestra andadura anual hacia la Pascua. Se nos brinda una nueva oportunidad para volvernos a Dios, vivir la vida de cada día de cara a Dios; una nueva oportunidad para convertirnos. La conversión, pues, no se entiende como algo puntual, que se da en un momento dado y es para toda la vida. La conversión es un proceso, un caminar en el que nos vemos cada vez más entregados a Dios, más cercanos a él, más confiados en él.
En este primer domingo de Cuaresma las lecturas de la liturgia de hoy nos lanzan una llamada que, tal vez por lo que nos podamos creer, puede pasársenos desapercibida; esa llamada es a confiar plenamente en Dios. ¿Verdad que lo damos por hecho? Pero ¿qué dice nuestra vida cotidiana? Ahí tenemos a las grandes figuras como espejos que nos pueden indicar nuestro proceder diario.
En el Paraíso, el primer hombre sucumbe a la tentación. Aquel pueblo que Moisés, impulsado por Dios, saca de Egipto, sucumbe una y otra vez en las tentaciones del desierto: se rebela contra Dios; añora lo dejado en Egipto, murmura, etc., etc. Y la otra tentación, siempre presente, será la de utilizar a Dios, manipularlo, tanto en su Palabra como en su poder.
La liturgia de hoy, pues, hermanos, quiere ayudarnos a confiar plenamente en Dios; a desconfiar de la riqueza, del poder y de la fama..., que son realidades efímeras; nos invita a buscar aquello que da consistencia al hombre, tanto en su vida cotidiana como en la definitiva.
El evangelio nos ha presentado a ese hombre nuevo como modelo del hombre que confía plenamente en Dios. En primer lugar, nos lo presenta como auténtico hombre: padece hambre, es tentado..., como cualquier otro hombre. Pero, al mismo tiempo, y como cualquier otro hombre que así lo desee, nos lo presenta como guiado por el Espíritu. Y, por último, en su situación, identificaremos en él al nuevo hombre y al nuevo pueblo q ue nacerá con quienes mediante el Bautismo se incorporen a él.
Los 40 días de ayuno, y en el desierto, nos recuerdan a aquel pueblo que durante 40 años camina hacia la liberación. Y también a Moisés que camina 40 días al encuentro de Dios en el Sinaí. Fijémonos en Jesús si queremos vivir de cara a Dios; en él descubrimos los pasos que podemos ir dando como camino o proceso de conversión.
El hombre que confía plenamente en Dios no mira solamente por el pan, mira también por el alimento espiritual que es la Palabra de Dios. Esa palabra que apenas nos dice nada, y que incluso puede aburrirnos... ¿No son situaciones que están exigiendo conversión? San Pablo nos ha dicho que la palabra está cerca, en tu boca, en tu corazón... Para saber aprovecharla y convertirla en alimento de nuestra vida qué mejor que acercarnos a ella a lo largo de la Cuaresma en la misa de cada día, en la lectura de la Carta Pastoral de nuestros Obispos y en los encuentros de los martes a las 6 de la tarde.
Jesús rechaza también la tentación de utilizar su poder para provecho propio, al rechazar convertir la piedra en pan. Y rechaza los poderíos que el Tentador se los da, caprichosamente, a quien él quiere, porque desea realizar una vida de servicio. Se trata de apreciar lo que somos y que Dios nos ha hecho para regalarnos a los demás, para servir, sobre todo, a los menos afortunados, a los más cercanos... Y rechaza también la fama fácil, efímera; el reconocimiento fácil y efímero de su mesianidad por parte de la gente que se arremolina en torno al templo. No es quién para retocar y trastocar los planes que Dios tiene reservados para su Ungido, el Mesías.
Las dos primeras lecturas nos han brindado unas pautas de conversión. Las ofrendas no pretender granjearse el favor de Dios, que siempre está por el hombre y cerca de él. Al realizarlas, reconocemos y agradecemos que Dios hace fructífero nuestra esfuerzo, y compartiendo los frutos, podemos mostrarnos como hombres nuevos, renovados por el Espíritu.
San Pablo, en la segunda lectura, nos ha querido aproximar al aprecio por la palabra, que la tenemos tan cerca: gustemos de ella, proclamémosla, aprendamos a hablar de nuestra experiencia de Dios.
El desierto es la imagen que nos ha brindado la Liturgia de hoy; desprendámonos de todo aquello que nos da seguridad; dejémonos guiar por el Espíritu para que podamos descubrir nuestra grandeza, al confiar en Dios, y seamos servidores que no confían en el poder o la fama, sino en la propia entrega. Y dispongámonos a vivir como hombres nuevos, renovados, que proclaman el gozo del hombre que confía plenamente en Dios.
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Publicado por TXO para hitzaldiak-c el 2/24/2007 02:17:00 PM