Éxodo 17,8-13
Sal 120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8
Tim 3, 14_4,2
Lc 18, 1-8
HOMILÍA
«Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Hermanos: ésta es la pregunta que Jesús nos deja plantada en el evangelio de hoy. Y podemos decir que lo hace con premura. A vosotros ¿qué os parece: que encontrará esta fe en la tierra? ¿A qué se refiere cuando dice ésta?
La anciana viuda que aparece en el evangelio es figura de los pobres de aquel tiempo. Una y otra vez acude al juez a que le haga justicia. Y Jesús nos la presenta como ejemplo de cómo ha de ser nuestra oración.
Hace falta fe para orar con insistencia. Y el que tiene fe orará sin tregua. ¿Os parece a vosotros que hoy oramos así? La oración que hacemos ¿es la de un creyente? ¿En qué momento y qué tipo de oración es la nuestra? ¿Qué indica el tipo de oración que hacemos?
La primera lectura nos ha presentado la oración de Moisés. El pueblo de Dios se encuentra en apuros, a merced de Amalec, el gran enemigo del desierto. A Josué le corresponde guiar las tropas en su contra. Pero los otros jefes no estarán de brazos cruzados contemplando cómo lucha. Apoyarán tal acción con su oración. Es lo que le corresponde a Moisés; pero sus acompañantes no le dejarán solo: Aarón y Jur sostendrán la oración de Moisés con sus ayudas. ¡Un cuadro ejemplar!
La oración, cuando se realiza en común, cuando la hacemos juntos, está indicando que la situación dificultosa corresponde a todos: nadie puede levantarse de hombros; y siente cerca a Dios. Tal vez hoy estemos demasiado diseminados, seamos menos creyentes y no nos dé por orar.
La Iglesia celebra hoy el día del «DOMUND» con el lema Dichosos los que creen. Pero ¿dónde buscamos hoy la dicha? ¿En qué creemos hoy? Tratamos de engañarnos y no encontramos felicidad en nuestro interior. Nuestra débil fe no produce misioneros, ni provoca la escucha de los que sufren, para compartir con ellos nuestras riquezas, expresar en ellos nuestra gratitud y nuestra generosidad...
«Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Hermanos: cada vez deberíamos ser más conscientes de que ser seguidor de Jesús no es cosa de todos o de nadie, sino de quienes lo deseen. Y que quienes deseamos ser seguidores de Jesús no podemos estar cruzados de brazos, mirando, o quejándonos de que somos pocos. Nos corresponde tratar de responder con la mayor generosidad posible al gran regalo recibido, la fe, alimentándola con la oración y con la formación, como Pablo se lo indicaba a Timoteo. He ahí la importancia de la Catequesis de Adultos y de la oración comunitaria. Asumamos el reto.